Cuando somos pequeños tenemos el sueño de dedicarnos a algo, a alguna profesión. Yo quería ser bombero. Si ya sé, muy original.
Después, cerca de los 10 años después de leer a Napoleon Hill, quise ser millonario. Y aún tengo ese sueño.
Buscamos en lo que conocemos, la referencia viene de lo que vemos y sentimos en el día a día. ¿Será que alguien de la costa sueñe con la nieve? ¿Será que un robot sueñe con ovejas eléctricas?
Siempre buscamos en el otro tratar de reflejarnos y no sentirnos tan solos. La soledad es esa cosa que nos invade con miedo: miedo a no pertenecer, a perder estatus, etc.
Pero en esta búsqueda nos vamos olvidando de ser nosotros mismos. El no gobierna nuestro crecimiento como seres humanos, la sociedad nos acota a lo que es correcto e incorrecto. Cuando esta misma sociedad celebra a aquellos que se salen del huacal.
Un mundo de incongruencias en donde el paso a seguir es a desaprender el no.
Aprender el si a mediana edad nos da la oportunidad de probar todo y forjar una personalidad propia.
Para después volver a aprender a decir no.
Así es la vida: aprender y desaprender. Adaptarse o morir.