A los tibios, Dios los vomita. ¡Qué fuerte es el viejo testamento!
Nos pasamos aprendiendo a decir que si y a obedecer los primeros años de vida para que después nos demos cuenta de que tenemos que aprender a decir que no. Carajo. Primero si y luego no. Pues que va.
¿Cómo aprender a decir que no? Fácil, diciéndolo. Jajaja no es broma, la verdad que nos cuesta mucho tomar el camino más sencillo y tratamos de encontrar fórmulas mágicas; que alguien nos diga lo que tenemos que hacer pero no queremos.
Ya que hemos aprendido a decir que no. Ahora tenemos que aprender a decir que si.
Oh que la canción…
Pero no un simple, escueto y chillón “si”. Debe de ser un ¡Si! es más, un ¡A huevo que si! Una afirmación que la sintamos en el cuerpo y que nos empuje a movernos, que vibre nuestro cuerpo.
¡Cuidado eh! No es tan fácil por que tenemos que estar muy conscientes de lo que nos piden o nos pedimos. No vamos a decir nuestro si rotundo a cualquier cosa.
A lo demás dile que no. Punto. No y no. ¡Qué no!