Una de las cosas que más me molestan en esta vida es cuando la gente dice: No puedo.
¿Neta?
Ni siquiera lo intentan. No hay ni una mínima intención de hacer lo que le piden o quiere, pero la verdad es que uno no tiene toda la culpa.
Nuestras madres y padres nos incapacitan desde pequeños:
- ¿Qué quieres comer bebé?
- No te preocupes, la maestra no sabe.
- Déjalo ahí, yo lo levanto.
Y ni se diga cuando somos adolescentes en la edad de la punzada, de la rebeldía:
- Tu siempre tendrás comida y techo mi’jito(a).
- Mientras tengas madre no te faltará nada.
- Déjalo compadre, es la edad.
Y no se diga de cómo lo hacemos con nosotros mismos:
- Soy tonto(a) ¿Qué le vamos a hacer?
- Es que nunca he tenido las oportunidades que tú.
- Ya se me pasará.
¡Basta!
Empieza a ser responsable de tus pensamientos, emociones y salud.
La discapacidad puede ser abolida por nosotros mismo con un pequeño ejercicio que te dolerá hasta el alma. ¿Podrás?
“Cuando hables contigo en tu mente y con alguien más, reformula tus frases para que sean en primera persona”
Me explico con un pequeño diálogo:
— Ya ves que cuando te sientes triste a veces te pones a comer como loco.***
— Ay si, parece que la garnacha se pone enfrente y te hace ojitos.
Nuevo diálogo:
— A veces estoy triste y como de más.***
— Ay si parece que la garnacha se pone enfrente y te hace ojitos.
¿Lo sentiste?
Cuéntame si podrás o no con el pequeño ejercicio ¿Va?